“A MÍ ME SALVÓ TENER CLAROS MIS SUEÑOS”
El actor, director y dibujante Javier Botet recibe la Máscara de Ánimas de este año en reconocimiento a su larga filmografía y su versatilidad con personajes de terror y fantasía en las mejores producciones de cine nacional e internacional.
Aunque ahora Botet se encuentra donde siempre quiso estar, no tuvo un camino fácil. A temprana edad fue diagnosticado con el síndrome de Marfan, una enfermedad rara que afecta a distintas estructuras como los vasos sanguíneos, el corazón o los huesos y que le ha obligado a pasar por quirófano desde adolescente. Otra de las características más comunes de este síndrome es la excesiva laxitud de ciertos tejidos o, en otras palabras, hace que el cuerpo se estire, de modo que, como Javier Botet, las personas afectadas por el Marfan tengan extremidades más largas y finas de lo habitual y una gran estatura (Javier mide más de dos metros).
Y pese a todo, a Javier Botet nada le ha frenado para conseguir sus sueños. Con mucho trabajo y esfuerzo, ha sabido sacar provecho de la desventaja y convertirla en su sello de identidad. Una gran capacidad actoral y un físico único han sido la llave para participar en superproducciones internacionales como ‘REC’, ‘Balada triste de trompeta’, ‘Slender Man’, ‘La momia’, ‘Alien. Covenant’, ‘IT’ y en series como ‘Juego de Tronos’ o ‘Star Trek’ entre una extensa filmografía.
- Dime que te gustan las películas de terror…
¡Claro! Me gusta el cine en general desde que tengo uso de razón y sobre todo las películas que tienen algo que finge ser real pero que parte de una fantasía que alguien ha creado desde el principio. Todos los alienígenas y los monstruos y todas esas criaturas que requieren de técnicas especiales para engañar a la gente o hacer creer que existe algo más allá y soñar con esa otra realidad tan divertida, y ver la creatividad que tiene la gente y cómo la invierten en crear estas criaturas me ha gustado siempre. Por eso la ciencia ficción y el terror me gustan por las criaturas, los mundos, las naves… Toda esa creatividad de cero, inventarse todo eso es lo que más me llama la atención.
- Este año has presentado El hombre del saco. El origen del mito, proyectada en Cannes el pasado mes de mayo; El último viaje de Demeter, que acaba de estrenarse, basada en Drácula de Bram Stoker; El fantástico caso del Golem, en la que sorprendentemente no interpretas a ningún monstruo; Red Bull Click un videojuego en vivo de terror dirigido por Daniel Monzón para Twich… ¿Qué hace Javier Botet para no aburrirse?
La verdad es que intento aburrirme porque al final en nuestro entorno hay tanto estímulo… Me gustan los videojuegos, voy al cine, me gusta el póker, cosas sociales… Pero también me gusta estar en casa y pasar tiempo solo, echarme una siesta, ver unas pelis e intentar tener mis momentos de creatividad. La pausa, el aburrirse, también es bueno. La verdad es que cada vez encuentro menos huecos en silencio y sin nada que hacer para poder dedicárselos a mis ideas, porque yo escribo desde crío y he ideado mis proyectos que después he hecho con amigos. Tengo muchísimos proyectos medio terminados pero necesitan un poquito más de foco. Cuando encuentro el hueco intento dejar el vacío para que la cabeza vaya a esas ideas y las trabaje, porque hoy en día estamos sobreestimulados. Al final pasa el día y no has dedicado ni un momento a aburrirte ni a dar dos vueltas por la misma idea y es un problema. Yo intento apartarme lo que puedo del ruido.
- Estas labrándote una carrera internacional en el género del terror, pero la comedia no para de llamar a tu puerta: Dos años y un día protagonizada por Arturo Valls, Camera Café dirigida por Ernesto Sevilla… Tu físico te ha proporcionado unas cualidades especiales para vestir personajes de miedo, pero ¿tienes un cómico dentro que clama por salir siempre que tiene ocasión?
Sin duda. De hecho, cuando trabajo en el terror una vez que cortamos cada escena lo más normal es que yo haga el payaso, haga bromas… Las muchísimas horas que nos tiramos en el sillón de maquillaje suelen ser de buen ambiente, intentando reírnos, gastar bromas, escuchar música. Mis amigos pueden decirte que soy un payaso, que estoy todo el rato diciendo tonterías y esto ha sido toda la vida, desde pequeño. La comedia ha sido una base de existencia. Los primeros cortos que escribí y dirigía con mis amigos eran de comedia. Aunque adore la ciencia ficción, el terror y el mundo fantástico como actor yo quiero hacerlo todo. Cuando me proponen un drama, como por ejemplo ‘Amigo’, que la escribí yo, es un tipo de género que no me suelen ofrecer pero por eso mismo he tenido que crear yo esa película para poderla interpretar. Me encantaría poder tener opciones de hacer de todo. Gracias al trabajo y a hacerme un nombre en alguna cosita de comedia cada vez han ido confiando más en mí y me han ido dando más oportunidades para hacer comedia. Es otro sitio en el que yo me siento totalmente en mi casa. Tanto el terror como la comedia los he trabajado toda mi vida, de una manera o de otra.
- Impresiona tu filmografía con títulos como El renacido, Juego de tronos, Mamá, REC, Alien, It o Slender Man, entre una lista de más de 50 largometrajes, muchos de ellos superproducciones de Hollywood, y pese a todo sigues viviendo en nuestro país. ¿Tira mucho la tierra o es posible vivir y trabajar a caballo entre España y Estados Unidos?
Estar en el centro de la locura te proporciona más trabajo. Sí o sí conoces a gente y proyectos más grandes. En mi juventud sí me planteé ir para allá pero he vivido unos años de mucho volumen de trabajo y al final bajas a Estados Unidos, La India, África o Londres. Es decir, vas de arriba para abajo y si tienes la casa en un sitio tienes que viajar al otro. Si ya tengo un nombre que a nivel internacional ya se conoce y me buscan cuando se me necesita pues da igual dónde vivir. Para los ratos libres lo importante es estar a gusto y la verdad es que como en España no se está en ningún lado y cuanto más viajas más lo descubres y lo refuerzas. Estás por ahí un par de meses y lo echas de menos todo, estás deseando volver. Y no sólo porque es tu hogar sino también por la comida, tu gente, la idiosincrasia… Tenemos ese punto perfecto entre la broma, la libertad, el orden, aunque no estamos tan locos con el orden como en otros lugares. Alguna vez me lo he planteado y he pasado rachas en Los Ángeles pero he tenido muy claro que donde he querido vivir es en el centro de Madrid; yo me he casado con Madrid y España es mi familia.
- Tu primera incursión en el cine fue Bajo aguas tranquilas de Brian Yuzna, director y, sobre todo, productor junto con Stuart Gordon, otro de los genios del cine de terror, responsables de películas como Re-animator, Cariño he encogido a los niños, Dagon… ¿Qué recuerdas de aquella experiencia y cómo te descubrieron?
No me descubrieron, me descubrí yo. Estaba haciendo mis cortos, comedia, y un día encontré un papel de publicidad de efectos especiales. Aquí en España era raro encontrar a alguien que hiciera terror. Fui al taller y vi muy claro que esa era mi puerta, entré y le dije a Pedro Rodríguez, que era quien impartía el curso en España, que también estaba empezando, que yo amaba eso. “Mira mi cuerpo, es ideal para crear criaturas”, le dije. Y empezamos a unir intereses. Me dijo que desde el principio lo vio claro, siendo un tío de dos metros y cincuenta y tantos kilos es como una estructura, como el exoesqueleto de Terminator 2. Entonces en España había muy pocos técnicos de efectos especiales de ciencia ficción y terror y él me propuso y al verme fueron tirando de mí para otros proyectos y han sido siempre mis mejores representantes. Tengo un recuerdo muy bonito de esa primera vez con Brian Yuzna porque fue mi primera vez haciendo algo profesional y para una película, cobrando y nada menos que con Brian Yuzna, con el que yo había disfrutado en el cine de joven. Para mí fue genial, acabé muy emocionado. Fue muy duro pero la energía y la pasión lo superó y fue fantástico.
- Háblanos de tu faceta como ilustrador. Eres licenciado en Bellas Artes, diseñador gráfico, y Premio Nacional de Cómic Fernando Quiñones. ¿El terror se cuela también entre tus dibujos o tus personajes no dan tanto miedo como tus interpretaciones?
Desde pequeño mis herramientas para crear eran el papel, el lápiz, la plastilina… Leía muchos cómics, dibujaba, creaba muchos monstruos, alienígenas, aventuras… Tocaba cualquier género pero una de las cosas que más me gustaban eran crear criaturas. Siempre me decían “qué bien dibujas ¿por qué no dibujas un paisaje o una casa?” pero es que a mí lo que ya estaba hecho me aburría copiarlo. Lo que me gustaba era empezar de cero, ir conformando algo, inventarme personajes que no existían. Por eso cuando veía a Predator o a los alienígenas de Star Wars me encantaban. A mí me gustaba crear. Tras hacer Bellas Artes estuve trabajando haciendo dibujos animados para niños, así que algunas cosas no eran tan aterradoras. También he ilustrado cuantos para niños y libros de texto.
- El premio que recoges en Soria, Máscara de Ánimas 2023, reconoce tu firme carrera como actor interpretando algunos de los personajes más icónicos del terror y de la fantasía de todos los tiempos, pero también tu talento como actor de teatro representando Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y también como director en Al final todos mueren. ¿Qué nos espera de Javier Botet para el 2024?
Tengo varias películas escritas y me gustaría quizás dirigir mi primera película y seguir escribiendo a la vez que no pierdo de vista actuar, que es algo para lo que me llaman y me lo van proponiendo aunque no lo mueva mucho, lo que me permite tener tiempos libres e ir avanzando en esas otras cosas que me da la impresión de que con el tiempo se van a ir convirtiendo en un poquito más importantes que la interpretación. No tengo una necesidad acuciante, sólo sé que me apetece, que estoy muy contento con lo que la vida me va poniendo por delante porque todo me sacia creativamente y estoy dándoles poquito a poco más espacio. La vida es lo que sucede mientras haces planes, así que procuro hacer los planes justos.
- En el terror es habitual verte caracterizado. Son rodajes muy complicados en los que tus personajes requieren de chapa y pintura de muchas horas, un montaje que impide la movilidad y que supongo que conllevarán algunas anécdotas a lo largo de todos estos años. ¿Recuerdas alguna que nos puedas contar?
Hay un montón y me voy acordando más de ellas porque me vais preguntando por ellas. Por ejemplo, cuando me estaban maquillando para La niña Medeiros fue una sesión tan larga, de tantas horas, con muy buen rollo, y en un momento dado, después de muchas horas creí que había una conexión especial con una maquilladora y me acerqué para besarla y se puso a reír. Yo había olvidado un poco después de tantas horas todo ese maquillaje y era la niña Medeiros, una de las figuras más aterradoras del cine, y estaba intentando besar a una chica. ¿Podía haber un momento peor? Con las bragas, las tetitas, las prótesis… Fue muy absurdo. Habla de una confianza increíble, ridícula, que no sé de dónde salió, porque normalmente no la tengo.
En otro rodaje, después de muchas horas, tenía que ir al baño y el traje no estaba preparado para ello. Me abrieron un hueco por el que pude sacar mi ‘herramienta’ y al volver a rodar hubo que parar porque había algo raro. Y es que se había quedado fuera lo que tenía que estar dentro, el escroto, y yo con los guantes y el traje que llevaba no podía meterlo en su sitio. Es una anécdota muy escatológica pero cuando me lo contaron después, porque ese traje era prácticamente hermético, no oía, no veía, llevarlo fue una de las experiencias más locas de maquillaje que tuve.
- Tal vez no lo sepas pero tienes una relación, indirecta, eso sí, con Soria. Durante varios años hemos podido ver alguno de tus trabajos como actor en las proyecciones del Certamen Internacional de Cortos Ciudad de Soria. ¿Has venido con anterioridad a la provincia o esta va a ser tu primera vez en tierras sorianas?
Creo que va a ser la primera vez.
- El síndrome de Marfan es una enfermedad rara a la que has dado visibilidad, que afecta a 3 de cada 5.000 personas y en la que es fundamental la detección a tiempo. Gracias a personas como tú y asociaciones como SIMA con campañas como #soyunico se avanza en la aceptación, el respeto y la empatía con los afectados y sus familias, donde el acoso añade dolor a una situación ya complicada de por sí. ¿Cómo fue y es tu experiencia?
A mí fue SIMA la que me ayudó en un momento de encontrarme muy desorientado y de haber llegado a los veintitantos años sin haber conocido a nadie con el síndrome, no haberlo conocido bien. Y cuando les conocí me hicieron entender lo importante que era entenderlo y tratarlo porque mientras mantienes los controles suele ir bien. No deja de ser una enfermedad y hay que tener la mejor predisposición, vivir con ella y aprender a tener cuidado con ciertas cosas y hacer los controles porque en lo que más ha avanzado la medicina es en la prevención. No hay que esperar a que te pille desprevenido el problema, hay que ir tratándolo para que cuando llegue estés tratado. Me ayudó también pedir ayuda a nivel psicológico, porque tuve una temporada de no entender nada, de estar muy de bajona y no animarme a hacer mi vida. Yo vivía en Granada y no era capaz de ver que podía hacer lo que quisiera con mi vida y cuando me recuperé de esa bajona me vine a Madrid y he estado en todo el mundo haciendo de todo. Mi incapacidad en ese momento fue emocional y anímica por haber ordenado mal lo que es el Síndrome de Marfan. Lo importante de vivir más allá de tener una enfermedad o no es tener un sueño, una ilusión, y eso está en peligro para los jóvenes porque les estamos diciendo por todos los medios que esto no se sostiene y no saben por qué luchar porque piensan que no van a tener nada porque les planteamos una situación caótica que es descorazonadora. A mí me salvó tener claros mis sueños; me sentía muy afortunado de tener claro qué quería. Encontrar tu sueño, tu destino por el que luchar, se convierte en un juego y eso es fantástico. Si no ya puedes estar muy sano, que la vida te sobra.